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Cómo San Salvador combate el calor y las inundaciones con la estrategia de “ciudad esponja”

Con temperaturas que superan los 33 °C durante semanas, la capital salvadoreña se propuso enfriar su entorno con un enfoque participativo. La estrategia de “ciudad esponja” ya logra bajar hasta 17 °C en algunos espacios, mientras aumenta la vegetación y mejora la absorción del agua de lluvia para prevenir inundaciones.

En San Salvador, como en muchas ciudades latinoamericanas, la densificación, los techos de lámina y la escasa cobertura vegetal convirtieron amplias zonas en verdaderos hornos urbanos. Hasta el 60 % de la población ha percibido altas temperaturas dentro de sus hogares, una inequidad ambiental que afecta sobre todo a quienes viven en barrios con menos árboles o sin acceso a ventilación natural. 

Además de incrementar el consumo energético (y con él la huella de carbono), este calor extremo limita el uso de los espacios públicos y afecta la salud de niños, personas mayores y quienes padecen enfermedades crónicas.

A esta situación se suma una vulnerabilidad geográfica y climática particular. Con una densidad de 313 habitantes por km², y más de 2.700 en el Área Metropolitana de San Salvador (AMSS), el país enfrenta lluvias cada vez más intensas que provocan inundaciones y deslizamientos de tierra. 

“Los deslizamientos se llevan los cultivos de toda la zona. Hay que reinvertir una y otra vez, y los recursos ya son escasos”, relata Héctor Velásquez, caficultor y padre de dos niños. La impermeabilización del suelo urbano agrava el problema: el agua de lluvia no se infiltra y los riesgos se multiplican.

Héctor Velásquez observa un deslizamiento de tierra en su finca cafetalera en San Salvador. Imagen: CityAdapt.

Una “esponja” que respira y absorbe

Frente a este doble desafío —calor extremo e inundaciones—, San Salvador adoptó la estrategia de “ciudad esponja”, que busca aumentar la cobertura vegetal y mejorar la capacidad de absorción de agua y calor. El proyecto comenzó en 2021 tras ser seleccionado en el desafío “Ciudades para Todos” del Laboratorio de Ciudades del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Desde entonces, la capital salvadoreña impulsa un cambio estructural en la forma de relacionarse con el entorno.

La iniciativa combina infraestructura verde y participación ciudadana. Con una metodología de Design Thinking, se desarrollaron módulos de vegetación en techos, fachadas, parklets y quioscos verdes, con monitoreo ambiental constante. El proyecto reúne a la Universidad Don Bosco, viveros locales, el Jardín Botánico, organismos internacionales como el PNUMA (a través de su programa CityAdapt) y al Consejo de Alcaldes del AMSS (COAMSS/OPAMSS), junto con la comunidad.

La visión de “esponja urbana” también se extendió hacia las zonas rurales: CityAdapt restauró 1.150 hectáreas de bosques y cafetales en las laderas del volcán de San Salvador. “La adaptación basada en ecosistemas es una estrategia de eficacia comprobada, tanto en ciudades como en áreas rurales”, destaca Jessica Troni, jefa de la Unidad de Adaptación al Cambio Climático del PNUMA.

San Salvador
Módulo de cobertura vegetal horizontal para edificaciones existentes. Imagen: International Institute for Environment and Development.
Taller de diseño participativo de los módulos de cobertura vegetal para el espacio público. Imagen: International Institute for Environment and Development.

Una ciudad más fresca y resiliente

El proyecto piloto muestra los siguientes resultados: 

  • Reducción térmica. Los módulos de cobertura vegetal lograron reducir la temperatura interior de las edificaciones entre 10°C y 17°C, y en espacios públicos, entre 7°C y 11°C
  • Captura de carbono. Cada metro cuadrado de módulo demostró la capacidad de capturar aproximadamente 13,6 kg de CO₂ al año, contribuyendo directamente a la mitigación del cambio climático. La cantidad equivale a lo que captura un árbol joven en varios meses.
  • Gestión del agua. La estrategia de “ciudad esponja” ha fortalecido la capacidad de San Salvador para absorber las precipitaciones, lo que es vital para prevenir inundaciones y deslizamientos. La iniciativa CityAdapt ha ayudado a unas 16.000 personas a reducir el riesgo de inundaciones, con una proyección de alcanzar a 115.000 en los próximos años. 

Un aprendizaje clave, coinciden los actores involucrados, es que la colaboración interinstitucional y la participación ciudadana son esenciales para sostener una transformación ambiental duradera. “Fue muy importante la participación de las alcaldías en el diseño e implementación del proyecto piloto, pues son ellas las que tienen que dar mantenimiento y quienes replicarán estos elementos en otros espacios públicos”, destaca Alexander Chávez, especialista ambiental de COAMPS/OPAMSS. De hecho, la apropiación es tal que personas de negocios aledaños a los módulos apoyan con el riego de las plantas.

Módulo de cobertura vegetal horizontal para edificaciones existentes. Imagen: International Institute for Environment and Development.

Desafíos pendientes: consolidar la transformación verde

Aunque los avances son significativos, San Salvador aún enfrenta el reto de escalar la experiencia, garantizar el mantenimiento de los módulos y actualizar los códigos de construcción, que siguen reproduciendo un modelo urbano “gris”.

Sin embargo, los resultados ya están generando nuevas medidas. La Universidad Don Bosco planea replicar los techos verdes en su campus y la OPAMSS busca incorporar el diseño en su Guía de Hábitats Urbanos Sostenibles (HAUS). También se prevé ampliar los estudios sobre retención de escorrentía, aislamiento acústico y captura de carbono.

Los organismos internacionales destacan el caso como ejemplo de cómo una ciudad puede convertir un problema crítico —el calor urbano— en una oportunidad para innovar y mejorar la vida cotidiana.

Imagen de portada: ilustración de RIL y +COMUNIDAD.

Redacción +COMUNIDAD