Por Fermín Laborde,
director de Liderazgo en RIL
La gestión pública empuja muchas veces al desgaste sin contención. No hay espacio para el error, para la pausa, para compartir lo que duele. Por eso, desde la Red de Innovación Local (RIL) creamos RONDA: una experiencia transformadora para funcionarios de gobiernos locales. No es un curso ni un seminario. Es una pausa intencionada para mirar hacia adentro, reconectar con el propósito y fortalecer la confianza entre pares.
En la edición 2025, más de 100 personas de todo el país llegaron con mochilas cargadas: cansancio, frustraciones, preguntas sin resolver. Algunos venían en piloto automático. Otros, con la vocación apenas encendida. Pero todos —todos— con ganas de algo distinto.
RONDA vino a ofrecerles eso: un refugio colectivo. Un espacio donde frenar no fuera una señal de debilidad, sino un acto de coraje. La primera pregunta que abrió la jornada lo dejó claro: “¿Cómo estás realmente?” No fue una cortesía. Fue una llave que abrió una puerta que rara vez se cruza en la función pública: la de la vulnerabilidad.
Y detrás de esa puerta aparecieron historias, cicatrices, silencios que se rompieron por primera vez. Para muchos, fue el primer espacio en mucho tiempo donde pudieron sentirse personas antes que funcionarios. Y ser escuchados, sin necesidad de demostrar nada.

Una pausa que fue un espejo
Hubo un momento en el que las historias personales se abrieron paso en el espacio común. Lo que empezó como un encuentro entre desconocidos pronto se convirtió en una conversación cargada de confianza. Bastó con escuchar y ser escuchado para que las emociones circularan y las diferencias ideológicas quedaran a un lado.
Uno de los testimonios lo resume así: “Nos mostró cómo somos. Generó la confianza necesaria para lo siguiente. Fue la pausa que necesitábamos para mirar nuestros caminos, nuestras heridas, y vernos reflejados en los demás.”
Se abrieron heridas. Se compartieron pérdidas, nacimientos, decisiones difíciles. Se escuchó con respeto, con atención, con ternura. “Me sentí acompañado. Redescubrí que todos somos espejos”, escribió otra participante.

La gran pregunta
Entre tantas charlas y reflexiones, hubo una pregunta que se quedó vibrando en el pecho de todos y todas. La lanzó Víctor Mochovsky en una de las conferencias más íntimas y potentes:
“¿Al servicio de quién estoy poniendo mis talentos?”
No hubo respuesta inmediata. Porque no se trataba de responder. Se trataba de dejarse interpelar.
En la vorágine de lo público, es fácil olvidar para qué —y para quién— hacemos lo que hacemos. RONDA vino a traer esa brújula. A devolver el sentido.
Y otra idea de Víctor quedó resonando fuerte: “La conversación es la tecnología del futuro.”
No es la herramienta, ni el algoritmo, ni la aplicación: es la capacidad de detenernos, mirarnos y hablar de lo que importa.
Sin eso, todo liderazgo es hueco.
Gobernar también es emocionarse
Marcos Villamil habló de sueños. Axel Hinsch nos invitó a abrazar la vulnerabilidad como herramienta de liderazgo. Martín Beligni, con crudeza, nos recordó que decir que no es también una forma de cuidar. Dani Cerezo nos conmovió con su historia y nos propuso un cambio de mirada: no hablar más de inclusión, sino de transformación.
Sergio Feferovich, desde la música, nos dejó una imagen que fue más potente que cualquier teoría: “Vos no dirigís una trompeta, dirigís un trompetista.”
Porque liderar no es manejar funciones, es acompañar personas. Con sus tiempos, sus emociones, su historia. La partitura puede ser perfecta, pero sin conexión humana, la música no suena.
Y Ramiro Pino nos recordó una verdad que muchos olvidamos cuando estamos encerrados entre expedientes y planillas: “La realidad viene toda junta.”
No viene por secretaría, ni separada en ejes. Llega en forma de urgencia, de angustia, de esperanza, de calle. Y por eso, “cuando la política se mira a sí misma, se desconecta”. El liderazgo que necesitamos no se ejerce desde el escritorio, sino desde el territorio, desde la escucha activa, desde el cuerpo puesto.

Liderar con humanidad
RONDA no entregó fórmulas. Entregó algo más valioso: una experiencia de encuentro. Una invitación a recuperar la dimensión humana del liderazgo. A recordar que una ciudad no se gestiona solo con ordenanzas, sino con empatía. Que un expediente no cuenta toda la historia. Y que una política pública sin sentido de comunidad es apenas un trámite.
Hoy, quienes participaron de RONDA se llevan algo difícil de medir, pero imposible de olvidar: el permiso de sentirse personas antes que funcionarios.
Y ese es, quizás, el punto de partida para una nueva forma de liderar: Más humana. Más cercana. Más real.
Porque si queremos transformar la realidad de nuestras ciudades, primero necesitamos escuchar a quienes escuchan. Acompañar a quienes acompañan.
Y hacernos, cada tanto, la pregunta que nos deja sin excusas: “¿Al servicio de quién estoy poniendo mis talentos?”
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Fotos: Nacho Sanchez Sorondo