Turismo
Por Florencia Luján,
Redacción +COMUNIDAD
Cada vez que sube al bus de larga distancia que la lleva de vuelta a su ciudad natal, Ángela siente una mezcla de alegría y tristeza que aún no sabe cómo poner en palabras. Por un lado, le alegra saber que estará unos días en lo que define como “su lugar seguro”. Pero, por otro, le entristece constatar que muchas de las cosas que, a su juicio, hacían única a su ciudad ya no están. Entre ellas, los festivales de música del verano, que solían ser para ella la ocasión perfecta para reencontrarse con personas a las que no veía desde hacía tiempo.
Después del impacto negativo que causó la pandemia de covid-19 en la industria del turismo a nivel mundial, desde 2023 muchas ciudades han experimentado un auge de los viajes nacionales y locales, lo que impulsó un renovado interés por el patrimonio local. En ese contexto, numerosos municipios desarrollan y promueven políticas e iniciativas estratégicas para reactivar el turismo, una premisa que, para Ángela, despierta cierta tensión entre la promoción turística y el sentido de pertenencia de la comunidad.
Ante este posible contraste entre la cultura y el turismo local, vale la pena preguntarse si es posible crecer como destino turístico sin perder la esencia o, mejor dicho, cómo generar una oferta atractiva tanto para quien juega de visitante como para quien vive en el lugar. Cada vez más ciudades intentan responder a estas preguntas con políticas que equilibran la atracción externa con el fortalecimiento del lazo interno, a través de estrategias de participación, empleo y coproducción de la oferta turística.
En esta nota se presentan casos de ciudades latinoamericanas que trabajan con este enfoque y se incluye una entrevista a Pablo Montero, licenciado en Turismo y magíster en Gestión Turística, en busca de más respuestas.
Colibrí Viajero, turismo social en Ciudad de México
En muchas grandes ciudades, el acceso al turismo sigue siendo un privilegio. Incluso dentro de sus propias fronteras, hay habitantes que nunca visitaron un museo, no por falta de interés, sino porque sus condiciones económicas, físicas o sociales lo impiden. En Ciudad de México, uno de los centros urbanos más diversos del mundo, esa brecha se hace evidente: para quienes viven con lo justo, la recreación es un lujo. Frente a este escenario nació una política pública que busca cambiar esa realidad.
Colibrí Viajero es un programa impulsado por la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México con una premisa clara: todas las personas, sin distinción, tienen derecho al turismo y a disfrutar del patrimonio cultural que ofrece la capital. Sus actividades están pensadas para incluir a quienes históricamente han quedado fuera de la oferta turística: personas mayores, con discapacidad, integrantes de pueblos originarios, niños y niñas, comunidad LGBTIQ+ y personas en situación de calle.
Los recorridos adoptan distintas modalidades: circuitos breves en autobús por sitios emblemáticos como la Alameda Central o el Monumento a la Revolución; caminatas históricas guiadas; y salidas culturales a museos y recintos “Amigos Colibrí”. En todos los casos se cuenta con guías especializados, transporte gratuito y personal capacitado para garantizar el disfrute, acercar la historia y poner en valor la cultura cotidiana de la ciudad.
Inauguración Colibrí Viajero 2022. Imagen: Secretaría de Turismo de la Ciudad de México.
Una de las propuestas más valoradas por la comunidad es “Hacer turismo es hacer vida”, desarrollada en alianza con el Instituto del Envejecimiento Digno (INED). Se trata de una línea específica del programa pensada para personas mayores, que ofrece paquetes turísticos accesibles. En las 16 alcaldías de la ciudad, el turismo social funciona como una herramienta de dignidad: con esta propuesta, las personas mayores no sólo viajan, sino que recuperan el derecho al ocio, al encuentro, al descanso y al descubrimiento.
La fortaleza del programa radica en su capacidad para articular esfuerzos: más de 70 recintos culturales, parques, zoológicos, instituciones públicas, asociaciones civiles y empresas privadas —entre ellas, el Acuario Inbursa, el Mirador Torre Latino y Six Flags México— colaboran para hacerlo posible. Esta red de cooperación permite que el turismo deje de verse como un producto y se entienda como un derecho compartido, al acercar la cultura y la recreación a todas las personas y, al mismo tiempo, fortalecer el sentido de pertenencia en la ciudad.
La iniciativa cuenta con un sistema de monitoreo y evaluación que recoge la experiencia de quienes participan, mediante encuestas realizadas durante los recorridos que permiten ajustar y mejorar la propuesta cada temporada. Además, la Secretaría de Turismo lleva a cabo supervisiones aleatorias para garantizar la calidad del servicio y releva datos que luego se integran en un reporte final.
Pensar al turismo como un factor determinante del desarrollo local
Para profundizar sobre cómo las ciudades pueden impulsar y promover estrategias que equilibren el desarrollo turístico con el fortalecimiento del sentido de pertenencia local, +COMUNIDAD conversó con Pablo Montero, licenciado en Turismo, magíster en Gestión Turística y secretario académico de la Facultad de Turismo y Urbanismo de la Universidad Nacional de San Luis. “Hay que saber que la responsabilidad que tiene esta actividad, sobre todo para quienes la ejercen activamente, es importante porque genera transformaciones muy grandes en lo que sería la base social de la comunidad”, expresa.
Montero advierte que el turismo, como cualquier otra actividad económica y social, tiene aspectos positivos y negativos. “Entonces hay que considerar que el hecho de que haya turismo en un lugar no es excusa para hacer cosas que por ahí no son beneficiosas para quienes después tienen que convivir con ellas durante todo el año. Porque el turista se va, pero el residente se queda ahí”, subraya.
━ ¿Cómo pueden las ciudades impulsar y promover estrategias que equilibren el desarrollo turístico, pero también el fortalecimiento de la vida cultural local?
━ Creo que lo que se puede reconocer a priori es que en algunas ciudades se da una dualidad turismo-comunidades locales. Y en otras, simplemente es como que las propias comunidades locales han aceptado el turismo como una forma de vida.
Más que pensar en estrategias, hay que pensar políticas integrales que incluyan al turismo como un factor determinante del desarrollo local. Pero que prevean otras variables que pueden estar asociadas a otras actividades relacionadas con el turismo.
━ ¿Cómo generar una oferta atractiva para el visitante sin que eso implique una “puesta en escena” artificial o excluyente para quienes viven en esas ciudades?
━ A mi entender siempre que hay turismo algo se transforma; siempre que alguien viene de afuera transforma. Entonces diría que este escenario no podemos plantearlo desde el ámbito del turismo, pero sí podemos hacerlo desde el ámbito sociológico. Desde el turismo hay algunos elementos que pueden ayudar a prevenir el caer en esta “escenificación”: por ejemplo, como mencionaba anteriormente, los acuerdos y o consensos para que los actores involucrados sigan un mismo rumbo.
El busto del actor y humorista rosarino Alberto Olmedo en las calles de Rosario. Imagen: Rosario Turismo.
━ ¿De qué manera se puede pensar el turismo junto a la comunidad?
━ Lo primero que tenemos que entender es que hay distintas maneras de generar la práctica turística en las ciudades. Entonces, para empezar, sería interesante preguntarse a quién estamos buscando atraer con nuestra propuesta de valor. Esto planteando desde una lógica más vinculada a segmentos por interés, por estilos de vida, por características de los grupos de viaje y/o por procedencia, ya que no es lo mismo un turismo regional, que un turismo nacional o un turismo internacional.
━ ¿Cómo se debería abordar el turismo y la cultura desde un municipio? ¿Es correcto que estas áreas se fusionen o es más oportuno abordarlas por separado?
━ Yo no lo plantearía como un problema de cómo se abordan (si de manera conjunta o no), porque al fin y al cabo la cultura también es una práctica humana, tan válida como la práctica de viaje, la cultura de hecho incluye a todos, a los residentes y a los turistas. O sea que esta fusión podría ser muy potente si uno quisiera, sobre todo en destinos que pretenden desarrollar una movida más del tipo cultural, como puede ser el caso de Rosario, que ha trabajado mucho esa idea de conectar lo cultural con lo turístico.
Medellín, otra ciudad que inspira desde el turismo
Medellín, en Colombia, supo ser una de las ciudades más violentas del mundo. En la década de 2000, su Comuna 13 concentraba gran parte de esa violencia: pobreza estructural, urbanización informal y presencia de múltiples actores armados. Sin embargo, fue allí donde surgió una de las transformaciones urbanas más admiradas del continente. Lo que comenzó como una intervención de infraestructura terminó convirtiéndose en una de las principales atracciones culturales y turísticas de la ciudad.
El Proyecto Urbano Integral (PUI) de la Comuna 13 nació como una estrategia para revertir la segregación social, física e institucional del territorio, combinando obras de infraestructura con participación ciudadana activa y una visión inclusiva del desarrollo urbano. Escaleras mecánicas, nuevos senderos peatonales, plazas y espacios públicos fueron el punto de partida, pero lo que realmente transformó la comuna fue la apropiación creativa de esos espacios por parte de sus propios habitantes.
Muros y fachadas comenzaron a llenarse de arte, dando paso al Graffitour: un recorrido a cielo abierto que, a través de murales, música, danza y relatos orales, narra historias de dolor y resiliencia. Más que una propuesta turística, es una memoria viva y colectiva construida por quienes vivieron en carne propia la transformación de la comuna. Su impacto ha sido enorme en lo cultural, lo social y también en lo económico.
Una carroza de carnaval en la Comuna 13. Imagen: Unsplash.
En 2019, más de 42.000 personas de todo el mundo pagaron entre 20 y 30 dólares para participar de estos recorridos, lo que posicionó a la Comuna 13 como el lugar más visitado de Medellín. Pero más allá de las cifras, lo que distingue a esta experiencia es el intercambio humano que genera: el turismo no llega como un cuerpo extraño, sino que se integra en la vida cotidiana del barrio, aportando recursos, oportunidades laborales y orgullo colectivo. Es un turismo que fortalece la identidad en lugar de erosionarla.
Los resultados de esta transformación también se reflejan en los indicadores. Entre 2009 y 2014, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el índice de calidad de vida de la Comuna 13 pasó de 79,35 a 81,80, mientras que la tasa de homicidios cayó de 172,5 a 45,9 por cada 100 mil habitantes.
La experiencia de la Comuna 13 confirma que, cuando las políticas urbanas integrales reconocen el valor del arte, la cultura y la comunidad como motores de cambio, el turismo puede ir mucho más allá de su dimensión económica: convertirse en una estrategia de reparación simbólica, desarrollo territorial y fortalecimiento del tejido social. Diseñadas con y para las comunidades, estas políticas generan un círculo virtuoso que hace que las ciudades no sólo crezcan, sino que también sanen. Medellín eligió ese camino, y hoy sus visitantes no solo miran: escuchan, aprenden y se conectan con un relato que continúa escribiéndose desde abajo hacia arriba.
Darle raíz al desarrollo de las ciudades
Tal vez Ángela no encuentre hoy aquellos festivales que le daban sentido a sus veranos. Pero su mirada –como la de tantas otras personas que viven en los márgenes del turismo tradicional–, invita a preguntarnos qué ciudades estamos construyendo. El turismo no debería ser una actividad ajena al día a día de quienes habitan un lugar, sino una experiencia que se entreteje con su cultura, sus tiempos y sus formas de encuentro. No se trata sólo de atraer visitantes, sino de fortalecer comunidades.
Experiencias como Colibrí Viajero en Ciudad de México o el Graffitour en Medellín demuestran que es posible construir un turismo que no excluya ni desdibuje la identidad local, sino que la potencie. Un turismo que genere ingresos sin desplazar, que revitalice espacios sin volverlos inaccesibles, que promueva el encuentro en lugar del espectáculo; que entienda que la verdadera riqueza de un lugar está en las personas que lo habitan.
Desde la academia y desde nuevas gestiones turísticas con mirada innovadora, pensar el turismo como una política integral implica diseñar estrategias que incluyan voces diversas, respeten historias y promuevan la coproducción cultural. Se trata de generar oportunidades que beneficien tanto al “jugador local” como al “jugador visitante”. No es frenar el desarrollo, sino darle raíz, para que cuando alguien como Ángela vuelva a su ciudad pueda seguir reconociéndola como su lugar en el mundo; y para que quienes la visitan la vivan no sólo como destino, sino como una comunidad viva.