biodiversidad
Por Florencia Luján y
Juan Martín de Chazal,
Redacción +COMUNIDAD
De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la biodiversidad es la variedad de microorganismos, plantas, animales y ecosistemas –terrestres, acuáticos o mixtos– que habitan y conviven en el planeta. Sin embargo, el uso excesivo de recursos naturales, la degradación de hábitats, la contaminación y los efectos del cambio climático, sumados a la introducción de especies invasoras, amenazan ese equilibrio.
Un informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES) alerta sobre una reducción del 2 al 6% de la biodiversidad cada década en los últimos 30-50 años. Frente a esta problemática, emergen soluciones innovadoras como los biocorredores y sistemas tecnológicos avanzados para monitorear y proteger la biodiversidad.
Un caso es Eirú, una empresa científica que propone una solución accesible que combina inteligencia artificial, imágenes satelitales, sensores bioacústicos y modelos predictivos para evaluar la salud ecológica en tiempo real, incluso en áreas remotas.
Para entender el potencial de darle espacio a la naturaleza en las ciudades y poner tecnología aplicada a su favor, este artículo reúne la mirada de cuatro especialistas que explican las oportunidades para innovar y construir territorios más sostenibles e integrados.
Primero, ¿qué es (y qué no) un biocorredor?
Los biocorredores son caminos naturales que conectan diferentes zonas de naturaleza que antes estaban unidas, pero que se separaron por diferentes actividades humanas como la agricultura, la ganadería o la urbanización. Esta reunión entre bosques, selvas, monte u otros ecosistemas es fundamental para la conservación de la biodiversidad, ya que permite a las especies moverse, reproducirse y encontrar recursos.
¿Pero en qué se diferencia un biocorredor de otras infraestructuras verdes como parques lineales que se observan en muchas ciudades? Sebastián Martín, especialista en la Jefatura del Área de Biodiversidad y Recursos Naturales de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Urbano de la Ciudad de Mendoza, nos ofrece respuestas. Además, plantea cómo un gobierno local puede impulsar un biocorredor y de qué manera se puede involucrar a la comunidad en su mantenimiento.
“Un biocorredor se diferencia fundamentalmente de parques lineales, corredores viales verdes y espacios recreativos aislados en su objetivo principal y su enfoque ecológico”, responde Sebastián. Mientras que los parques lineales, corredores viales verdes y espacios recreativos pueden tener beneficios ambientales secundarios –profundiza–, el biocorredor tiene como misión primordial la conectividad ecológica y la conservación de la biodiversidad. Es decir, se diferencian por su enfoque centrado en las necesidades de la naturaleza:
● Biocorredor. Su prioridad absoluta es facilitar el movimiento y la supervivencia de la biodiversidad. Se diseña considerando las necesidades ecológicas específicas de las especies nativas, buscando conectar hábitats naturales fragmentados para permitir la reproducción, la búsqueda de alimento, la dispersión y la adaptación al cambio climático. Su éxito se mide por su funcionalidad ecológica y su contribución a la salud de los ecosistemas.
● Parques Lineales. Si bien pueden incorporar vegetación y ofrecer beneficios ecológicos limitados, su énfasis principal suele ser la recreación y el transporte humano (peatones, ciclistas y otros). Su diseño está centrado en la accesibilidad y el uso por personas, y su función ecológica es a menudo secundaria o incidental.
● Corredores Viales Verdes. Se enfocan principalmente en mitigar los impactos ambientales de las carreteras, como la erosión y el ruido, y pueden tener un valor estético. Aunque pueden ofrecer cierto hábitat para algunas especies, su diseño está condicionado por la infraestructura vial y no necesariamente optimizado para la conectividad ecológica a gran escala.
● Espacios Recreativos Aislados. Son áreas verdes destinadas principalmente al ocio y al bienestar humano dentro de entornos urbanos o rurales. Aunque valiosos para la calidad de vida, al estar aislados, no cumplen la función de conectar poblaciones de vida silvestre ni de facilitar los procesos ecológicos entre diferentes hábitats.

Biodiversidad: el rol de las ciudades y la comunidad
Siguiendo sus explicaciones, preguntamos a Sebastián Martin qué pueden hacer las ciudades para impulsar biocorredores. “Un gobierno local tiene un papel crucial y puede ser el motor de cambio y hacer crecer un biocorredor”, sentencia. La primera tarea –enumera– es identificar los “núcleos de conservación”. Esto significa hacer un relevamiento, traducido en un mapa de las áreas naturales importantes que ya existen (bosques, reservas, humedales) y detectar dónde la naturaleza necesita ayuda para volver a conectarse. “Es como encontrar los puntos donde la vida silvestre necesita un empujoncito”, grafica.
El siguiente paso es fomentar la creación de espacios naturalizados entre esas áreas. “Esto podría ser a través de la restauración ecológica, generación de islas de biodiversidad o bosques de bolsillo con vegetación nativa en terrenos baldíos, a lo largo de ríos o arroyos. O incluso trabajando con dueños de terrenos privados para crear zonas amigables con la vida silvestre”, receta el especialista.
Por último, destaca que es clave que el gobierno local genere instrumentos de compensación ambiental para la biodiversidad. Por ejemplo, estrategias de restauración y conservación de los ecosistemas naturales y las áreas verdes del territorio.
¿Y cómo se puede involucrar a la comunidad en el mantenimiento de estos espacios? La propuesta de Sebastián incluye el armado de una Comisión de Manejo Participativa (CMP). “Se trata de un equipo diverso donde la comunidad, expertos y gobierno unen fuerzas para conservar y dar vida a este espacio natural vital. Juntos toman decisiones, comparten responsabilidades y aseguran que la voz de todos se escuche, construyendo un futuro donde la biodiversidad florece y el planeta se mantiene sano”, define. Y finaliza: “Es la colaboración poderosa que nutre la conexión de la vida”.


Una necesidad creciente: medir, reportar y verificar la biodiversidad
Si los biocorredores representan una estrategia clave para proteger y conectar ecosistemas fragmentados, resulta indispensable conocer en profundidad cómo evolucionan en el tiempo y qué impacto real generan este tipo de iniciativas regenerativas. Sin embargo, existe una limitación común: la ausencia de herramientas accesibles para evaluar de manera continua y precisa la salud de la biodiversidad.
Es precisamente ante esta necesidad que emerge Eirú (significa “abeja” en guaraní). Es una startup de base científico-tecnológica con una solución innovadora para medir biodiversidad y verificar su regeneración.
Se trata del sistema de Monitoreo, Reporte y Verificación (MRV) de la biodiversidad que combina imágenes satelitales, sensores bioacústicos, inteligencia artificial y modelos predictivos para evaluar la salud de los ecosistemas en tiempo real. Incluso en zonas remotas, sin necesidad de laboratorios ni grandes operativos de campo.
Sus fundadores son referentes en transiciones productivas sostenibles y conservación. Fernanda Santibáñez, CEO y cofundadora, es geógrafa e investigadora en ANPCYT y CONICET, especializada en ecología y evaluación de impactos. Lucas Garibaldi, director científico y cofundador, es ingeniero agrónomo y doctor en ciencias agropecuarias, con más de 200 publicaciones científicas y más de 20 premios internacionales de ecología y conservación.
Junto con Ailén Ortiz, project manager en EIRU, cuentan a +COMUNIDAD cómo esta solución tecnológica complementa y potencia esfuerzos para asegurar que las estrategias de conservación sean efectivas y sostenibles en el tiempo. “En Eirú entendemos que lo que no se mide no se puede gestionar. Por lo tanto, es urgente desarrollar sistemas de monitoreo, reporte y verificación eficientes, de bajo costo y escalables, que permitan comprender el estado de salud de la biodiversidad de un sitio y cómo evoluciona a lo largo del tiempo luego de implementar prácticas de regeneración y/o conversación”, explican.
━¿Cómo funciona el sistema de Monitoreo, Reporte y Verificación (MRV) de la biodiversidad?
━ Nuestro protocolo de MRV se fundamenta en tres pilares principales:
1) Tecnología de monitoreo. Empleamos imágenes satelitales y sensores IoT basados en bioacústica para recopilar datos de forma no invasiva, sin generar impacto en las operaciones del sitio y que a la vez permiten abarcar grandes extensiones de espacio y reducir tiempos de trabajo en campo.
2) Modelo de simulación predictiva. Incorporamos tecnología de gemelos digitales para simular distintos escenarios y predecir los potenciales impactos de distintas prácticas regenerativas, permitiendo tomar decisiones basadas en la naturaleza.
3) Software de visualización de datos. No sólo elaboramos reportes detallados con indicadores ambientales clave y un plan de recomendaciones, alineados con los estándares internacionales más recientes en biodiversidad y sostenibilidad (GRI, ESG, SBTN, entre otros), sino que a su vez los conectamos a un software de visualización que se actualiza de manera automática.
De esta manera Eirú proporciona datos precisos simplificados sobre la salud de ecosistemas en los paisajes en los que quieran iniciarse o verificar impacto de proyectos de conservación/regeneración y/o sitios productivos. Los destinatarios son múltiples: gobiernos, instituciones públicas, empresas privadas, y más.
Hoy Eirú ya ha monitoreado 4.000 hectáreas en Argentina y Chile y nuestro objetivo es lograr monitorear 10.0000 hAs en 2025. Ya contamos con tecnología validada 1.0, agregando funcionalidades (sensores IoT) y este año 2025 ya comenzando la validación de v2 en mercado.


Aplicación del sistema MRV en territorio. Foto: Eirú.
━ Vemos que trabajan con empresas, gobiernos y organizaciones que buscan monitorear y evaluar campos productivos y áreas de conservación y regeneración. ¿Podrías contarnos un poco más sobre estas experiencias y qué impactos han tenido hasta ahora?
━ Hoy apuntamos a trabajar no sólo con empresas del sector agropecuario del mundo, sino también con empresas que quieran certificarse en estándares internacionales (…). También, empresas con objetivos concretos en conservación que necesiten medir el impacto de sus proyectos. Y, por supuesto, con cualquier organización con proyectos afines que necesite datos para verificar el estado actual de la biodiversidad y/o verificar el impacto positivo del mismo.
Hoy estamos realizando dos tipos de monitoreos. Por un lado, sitios con prácticas regenerativas ya implementadas. Es decir, estamos monitoreando para verificar el impacto en la biodiversidad de esas prácticas. Y, por otro lado, sitios para levantar líneas de base, es decir, iniciando los primeros monitoreos del estado actual de biodiversidad de esos sitios. Ambos tipos de monitoreos requieren un año de duración. Suelen realizarse en primavera y en verano, por lo que recién terminado ese ciclo pueden saberse esos resultados. Hasta el momento los monitoreos de verano han sido realizados con éxito.
Contamos el caso del monitoreo de Córdoba, Establecimiento Monte Hermoso (1.795 hectáreas). Se inició por un pedido del Ministerio de Economía Circular y Biodiversidad de la Provincia para monitorear establecimientos productivos que ya estén implementando prácticas regenerativas. El establecimiento que estamos monitoreando tiene instalados corredores biológicos (trabajo realizado por Agro Design). Nuestro muestreo se centra en verificar el impacto de esos corredores en estos ecosistemas, lo que determinará también el impacto en el rendimiento. Ese monitoreo lo realizamos en febrero de 2025 y en septiembre-octubre se realizará el segundo muestreo.
━ ¿Qué oportunidades existen para aplicar el sistema MRV puntualmente en ciudades? Por ejemplo, en biocorredores, ¿es un horizonte posible?
━ ¡Muchas oportunidades! El sistema MRV que brindamos en Eirú tiene un gran potencial para ser aplicado en entornos urbanos y en ciudades, incluyendo áreas como los biocorredores urbanos. Las áreas verdes urbanas (plazas, parques, reservas, corredores verdes, biocorredores) son un componente fundamental para la calidad ambiental y de vida en las ciudades, y por eso es crucial medir su estado actual y verificar su evolución en el tiempo. Actualmente en Argentina no existe una ley nacional específica y unificada que regule su creación, preservación y gestión. Por eso, el tema se gestiona principalmente a nivel municipal o provincial, en donde existen planes urbanos que plantean una gestión de los espacios verdes, con prácticas de cuidado, conectividad, entre otros.
Medir y verificar la biodiversidad de esos espacios con Eirú permitirá darle un seguimiento eficaz a esas planificaciones urbanas y realizar un manejo adaptativo si es lo que corresponde. Algunos beneficios posibles de monitorear biodiversidad en espacios urbanos son:
- Planificación urbana basada en datos. Monitorear en tiempo real la biodiversidad en parques urbanos, corredores biológicos y reservas naturales facilita la toma de decisiones sobre restauración, control de especies invasoras y protección de ecosistemas clave.
- Mejora de la calidad del aire y reducción de islas de calor. Conocer el estado del arbolado urbano y la vegetación permite gestionar su conservación estratégicamente, optimizando la captación de carbono, la generación de sombra y la absorción de contaminantes.
- Fomento del turismo sostenible y la educación ambiental. Contar con datos en tiempo real permite desarrollar experiencias innovadoras, como recorridos con realidad aumentada sobre flora y fauna local, atrayendo turismo y promoviendo la conciencia ambiental.
- Acceso a financiamiento y certificaciones internacionales. Las ciudades que implementan estrategias de monitoreo de biodiversidad pueden acceder a fondos internacionales para conservación, certificaciones ambientales y mecanismos de financiamiento verde.
- Ingreso a mercados de créditos de carbono y biodiversidad. Para acceder a créditos de carbono de alta calidad se requieren indicadores de biodiversidad. Además, las ciudades que monitoreen biodiversidad pueden posicionarse en el incipiente mercado de créditos de biodiversidad, permitiendo la compensación de impactos ecológicos y atrayendo inversiones en conservación y regeneración.
Implementación del sistema MRV en territorio. Imagen: Eirú.
Biocorredores en territorio
Durante 2024, las localidades de María Teresa y Villa Cañás en Santa Fe, Argentina, comenzaron a recorrer un camino concreto hacia la conservación de su biodiversidad. Fue a partir de su participación en el programa Ciudades de la Biodiversidad, impulsado por la Red de Innovación Local (RIL).
Estas comunidades desarrollaron un biocorredor que busca conectar sus espacios urbanos con los ecosistemas rurales, promoviendo una integración activa entre la naturaleza y el territorio. Para eso también incluyó nuevas plazas con vegetación nativa e iniciativas de manejo sostenible en campos productivos.
En esta nota podés conocer más sobre la iniciativa:
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Imagen de portada: los cofundadores de Eirú en un paisaje natural. Foto: Eirú.