TRANSPORTE PÚBLICO
Teleféricos urbanos: movilidad e integración social desde las alturas

¿Cómo unir barrios vulnerables con el centro de la ciudad cuando literalmente los separan montañas? A principios del siglo XXI, una capital colombiana encontró una solución de movilidad que pronto fue replicada en otras áreas escarpadas de Latinoamérica. Con distintas características, la premisa es la misma: reducir las distancias físicas achica las distancias sociales.

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Durante muchas décadas, Medellín (Colombia) fue una ciudad golpeada por la criminalidad y la violencia organizada. Como consecuencia de los desplazamientos forzados, año a año se multiplicaban los asentamientos informales sobre las lomas y los cerros de las periferias. Estos “barrios de invasión”, como son conocidos en el país caribeño, crecieron sin planificación ni ningún tipo de servicio público. “Están formados por viviendas construidas por sus propios habitantes. Su conexión con el resto de la ciudad era prácticamente nula”, repasa el sociólogo urbano José Ariza de la Cruz. 

Todo cambió a partir de 2004, con la inauguración del Metrocable como el primer tranvía aéreo del mundo. Hasta entonces, los teleféricos sólo se habían utilizado con motivos comerciales –para actividades mineras, por ejemplo– y con fines turísticos en zonas montañosas. Pero la experiencia en la capital de Antioquia marcó un antes y un después en el transporte público urbano, y su experiencia se replicó pronto en ciudades con características similares. 

“El sistema permitió conectar zonas altas donde es imposible construir transportes como el metro o donde el bus apenas llega debido a la irregularidad de las calles y la elevada densidad de viviendas. Es barato y muy rápido”, explica el especialista Ariza de la Cruz. Además, integró los barrios empobrecidos con el sistema de movilidad tradicional de la ciudad, especialmente con el metro. Así, los  viajes que llevaban más de 2 horas (y múltiples billetes) se redujeron a uno de 30 minutos con un solo pasaje. 

Metrocable teleféricos urbanos.
Vista nocturna del Metrocable de Medellín. Fuente: @metrodemedellin.

Beneficios documentados

En 2019, el Metrocable de Medellín fue distinguido por el Premio WRI Ross para ciudades como una solución innovadora de integración urbana. Según su análisis, fue el motor de una de las mayores transformaciones urbanas vividas en Latinoamérica. Las comunidades desfavorecidas, que antes vivían inmersas en la violencia y el desorden, se convirtieron en barrios renovados y con servicios.

“Se han construido bibliotecas, escuelas y parques en áreas en donde la inversión pública solía estar ausente. Hoy los habitantes se encuentran en los espacios públicos para jugar y socializar, y el comercio está prosperando. El acceso a empleos y otras oportunidades también incrementó”, indicaron las investigadoras Madeleine Galvin y Anne Maassen.

A partir de una recopilación documental de investigaciones, el sociólogo Ariza de la Cruz enumeró los múltiples beneficios que vivió Medellín gracias al Metrocable. “La primera línea hizo disminuir un 66% los homicidios en los vecindarios a los que llegó. Aumentó la confianza en las instituciones públicas, como el sistema judicial y la Policía”, mencionó.

En especial, los expertos destacaron que, al conectar las zonas más precarias de la ciudad con el resto de los barrios y facilitar el intercambio de población, los teleféricos ayudaron a disminuir los estigmas sociales. “En definitiva, al reducir las distancias físicas, reduce las distancias sociales. El transporte público es muy importante para combatir la desigualdad y la segregación propias del desarrollo histórico de las ciudades. Su contribución para tejer sus diferentes partes es impagable”, afirmó Ariza de la Cruz. 

Con una longitud total de cerca de 15 kilómetros y más de 14 millones de pasajeros anuales, el Metrocable medellinense también es reconocido por contribuir con la disminución de los accidentes de tránsito y las emisiones de carbono. 

El Metrocable de Medellín llega a varios barrios en zonas escarpadas. Foto: Jaiver Nieto Álvarez / ETCE.

El más extenso y el más alto

Inspiradas en la experiencia de la capital de Antioquia, varias ciudades latinoamericanas replicaron su modelo y lo adaptaron a sus geografías escarpadas. Lo hicieron Bogotá, Manzanares y Cali (Colombia), Río de Janeiro (Brasil), Caracas (Venezuela), Guayaquil y Durán (Ecuador), además de otras localidades que mantienen proyectos en curso.

Pero, entre todas, una ciudad se destaca internacionalmente por haber creado el sistema que transporta la mayor cantidad de personas (42 millones al año). También por ser el más extenso (33 km interconectados) y el que más alto está en el planeta. Se trata de “Mi Teleférico”, que une La Paz (a 3.600 msnm) con El Alto (a 4.100 msnm).

Inaugurado en 2014, nació como una necesidad para dar una solución a los problemas de movilidad en el área metropolitana de la capital boliviana. Los servicios existentes no daban abasto ante la creciente demanda de usuarios, el tránsito era cada vez más caótico y la contaminación ambiental iba en aumento. En particular, El Alto había experimentado un crecimiento exponencial de población durante las últimas décadas: de tener 11.000 habitantes en 1950, superó el millón en 2017, convirtiéndose en la ciudad grande más alta del mundo. 

“Los teleféricos antes se usaban para el turismo y gracias a que alguien se atrevió a pensar diferente en Medellín, hoy son una innovación en el transporte urbano. Medellín ha sido como el hermano mayor que hemos tenido; hemos visitado su Metrocable muchas veces”, afirmó en 2018 César Dockweiler, entonces gerente ejecutivo de Mi Teleférico. 

La solución boliviana obtuvo, ese año, el premio LATAM Smart City Award como buena práctica de desarrollo urbano sostenible y movilidad. Al día de hoy, es el principal medio de transporte público del área metropolitana de La Paz; tiene ascensores urbanos, estaciones subterráneas, puentes de conexión y espacios públicos de encuentro. 

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“Mi Teleférico”, entre La Paz y El Alto. Fuente de imagen: Blog IADB. 

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Imagen principal: Linea J Metrocable de Mellín. Image by Steven Dale.