GESTIÓN DEL RIESGO
Los terremotos y la reconfiguración del paisaje urbano

Tras un desastre, la reconstrucción de una ciudad puede llevar décadas. En el proceso intervienen múltiples actores y su variedad de enfoques moldea los nuevos ordenamientos territoriales de distintas maneras.

Era un domingo soleado de otoño en el sur de Chile cuando la tierra se movió como nunca antes la humanidad había registrado. Pasadas las 15 horas del 22 de mayo de 1960, un estruendo rompió el suelo de Valdivia y cambió su historia urbana para siempre. El terremoto, de magnitud 9.5 en la escala de Richter, causó un tsunami que viajó por el Océano Pacífico e impactó incluso en costas asiáticas. 

Valdivia, que hasta entonces era un importante puerto industrial en la región patagónica, entró en un prolongado período de letargo. La reconstrucción demandó décadas y su mapa sufrió grandes modificaciones. “Empezó un traslado masivo de familias desde los terrenos más bajos y anegados hacia zonas más altas”, recuerdan los arquitectos Daniel Espinoza Guzmán y Antonio Zumelzu Scheel.

La ciudad, que mantenía un alto grado de centralidad, comenzó una expansión territorial hacia sus periferias, adaptándose a diferentes relieves. “Uno de los primeros efectos post-terremoto fue el bloqueo y negación total de la ciudad hacia el río, debido a las inminentes inundaciones. Hoy Valdivia se desarrolla espacialmente dándole la espalda, ignorando su particular identidad y pasado de ciudad fluvial”, afirman los autores. 

De este modo, el centro valdiviano sufrió un paulatino abandono y, 62 años después, presenta uno de los menores índices de densidad residencial de Chile. A la par del proceso de despoblamiento céntrico, el geógrafo alemán Axel Borsdorf registró un aumento de la prevalencia del automóvil en la ciudad. La causa: la superficie urbana duplicó su tamaño en pocas décadas, construyendo en baja densidad y de forma dispersa. 

Gran parte de las construcciones de Valdivia se derrumbaron inmediatamente con el terremoto. GETTY IMAGES.

Reconstrucción e identidad cultural

En 1961, un año después del desastre, comenzaron a levantarse las primeras viviendas de la mano de un plan de reconstrucción habitacional del gobierno. Y si bien le siguieron sucesivas políticas de planificación urbana, los límites de Valdivia también fueron moldeados por efectos del libre mercado del suelo urbano, “desarrollando una serie de problemáticas ambientales” e “ignorando su identidad”.

“Actualmente, la ciudad se ve afectada por la urbanización extendida. Los proyectos inmobiliarios expansivos y desarticulados no logran consolidar nuevas áreas urbanas, provocando la conformación de suburbios en el sector sur, este, y oeste, generando una expansión demográfica y una pérdida de la ciudad compacta orientada hacia su río que antes existía”, insisten Daniel Espinoza Guzmán y Antonio Zumelzu Scheel.

En San Francisco del Mar (Oaxaca, México) también se identificó un proceso de “pérdida de identidad” tras la destrucción causada por un sismo en 2017. El investigador Jorge Cordero sostiene que “no hubo consulta con los habitantes sobre los proyectos de construcción ni asesoramiento para asegurar la resistencia de las viviendas a sismos posteriores”. También encontró fallas en la fase de difusión de la política pública de reconstrucción “pues no se informaron ni comunicaron las actividades planeadas por la administración pública local”. 

Frente a los desastres, el especialista propone la aplicación de un enfoque basado en derechos humanos (EBD) a la hora de reconstruir ciudades. Se trata, en pocas palabras, de garantizar el acceso a viviendas dignas mientras se respetan las tradiciones culturales y se atiende especialmente las necesidades de las poblaciones vulnerables. En paralelo, la comunicación oficial de la planificación resulta fundamental.  

Destrucción en Oaxaca tras el sismo del 7 de septiembre de 2017. Foto AFP. 

El fin de la “era del adobe”

En Argentina, dos terremotos afectaron los paisajes urbanos “en forma sustancial”, según los investigadores Margarita Gascón y Esteban Fernández. Se trata de los movimientos telúricos ocurridos en Mendoza (1861) y en San Juan (1944). 

En el primer caso, tras un escenario de devastación total, la reconstrucción demandó el traslado de la ciudad. “El diseño urbano que se aplicó tenía una plaza central y cuatro plazas más pequeñas. Se brindaban así amplios espacios para el refugio de las personas en casa de terremoto. Las avenidas procuraban dejar suficiente espacio entre fachadas para que, si los edificios se desplomaban, no aplastaran a la gente que ya había abandonado su casa”, repasa el artículo.

Sin embargo, al poco tiempo la planificación entró en desorden y avanzó la especulación inmobiliaria. Además, en la llamada “Ciudad Vieja” la población continuó construyendo con adobes fabricados con tierra de la calle. Unos pocos años después, en 1873, un nuevo temblor causó varios daños y reveló que todavía existían deficiencias urbanas. 

Tras algunos avances técnicos, el verdadero cambio ocurrió tras el sismo de San Juan, que en 1944 dejó más de 10.000 muertos. “Fue el fin de la era del adobe para la construcción en Mendoza. Una campaña de prensa señaló que el 90% de las casas que se habían caído eran de adobe. E influyó en la reglamentación de las obras públicas y privadas”, señalan los expertos.

Aun así, en la propia San Juan el abandono del adobe llevó más tiempo. “Las autoridades, sobrepasadas por los costos de la reconstrucción después del terremoto de 1944, en cambio, no detuvieron la autoconstrucción de viviendas de adobe, ya que resultaba una solución inmediata a la demanda habitacional. Es importante notar que varias de estas viviendas que incorporaron tecnología mejorada se han comportado satisfactoriamente en sismos posteriores”, destacan en el estudio titulado “Terremotos y sismos en la evolución urbana de Hispanoamérica”. 

Devastación en San Juan, Argentina, 1944.

La gestión de los terremotos

“Aunque los sismos han sido las catástrofes naturales de mayor impacto en los núcleos urbanos, su estudio ha sido más bien ocasional y poco menos que anecdótico. A menudo los historiadores, arquitectos, sociólogos, han atendido a las fuerzas económicas como factores del desarrollo urbano antes que a las catástrofe sísmicas, que son decisivos en la economía urbana al impulsar normas para edificar edificios públicos y privados, tecnologías e industrias constructivas, políticas de organización territorial, uso del suelo y, sobre todo, asignación de recursos públicos para obras de infraestructura”, sostienen los investigadores Margarita Gascón y Esteban Fernández.

En esta nota de +Comunidad podés leer más sobre la gestión local para mitigar desastres. En el caso del norte de Pakistán, una región habituada a terremotos de gran magnitud, existen proyectos que combinan saberes indígenas con tecnología geográfica para aumentar la resiliencia de las comunidades. 

Si tu ciudad experimentó cambios sustanciales en su paisaje urbano después de un sismo, podés entrar en contacto con +Comunidad para contar tu historia y servir de inspiración para otros lugares.

Imagen principal: Valdivia, 1960. Archivo Servicio Geológico EE. UU.
Redacción +Comunidad.