GESTIÓN DEL RIESGO
“El Niño”: ciudades latinoamericanas se preparan para reducir los efectos de desastres naturales

Ante la llegada de fenómenos climáticos, numerosos gobiernos locales encienden alertas y se preparan para evitar daños. Mediante la adopción de enfoques integrales, la planificación urbana adecuada, la colaboración entre actores clave y el uso de tecnologías avanzadas, se busca construir un futuro más seguro y resiliente. Aprender de experiencias pasadas y compartir conocimiento, piezas fundamentales del proceso.

Perú desastres naturales.

Desastres.

Según diferentes modelos estadísticos, junio de 2023 es el mes en donde el fenómeno climático de “El Niño” se hará presente tras varios años de ausencia. En América del Sur, esto significa que varias regiones se verían afectadas por lluvias intensas, algunas potencialmente peligrosas. Perú, por caso, ya decretó el estado de emergencia en 18 regiones costeras frente a la inminencia de tormentas fuertes, inundaciones y deslizamientos de tierra. 

Frente a este escenario, numerosas ciudades de la región empiezan a prepararse para evitar que posibles desastres naturales hagan estragos en sus territorios. El tema es conversación entre equipos de distintos gobiernos locales. Mediante diferentes intercambios, buscan aprender más sobre experiencias en prevención y gestión de riesgos. 

En lugar de simplemente reaccionar ante los desastres, cada vez más ciudades reconocen la necesidad de implementar estrategias integrales. Esto implica abordar tanto los aspectos físicos, como la construcción de infraestructuras resilientes, como los aspectos sociales, incluyendo la educación, la participación comunitaria y la concientización general. 

“El Niño” es causado por las fluctuaciones de las temperaturas en el Océano Pacífico central.

“Enfrentar el riesgo”

En 2019, una publicación de CAF Banco de Desarrollo de América Latina y The New School presentó seis casos sobre resiliencia urbana en América Latina. A partir de allí, elaboró una serie de lecciones que buscan contribuir con la vulnerabilidad de las ciudades frente a los desastres naturales que pueden provocar fenómenos climáticos como El Niño. 

“En América Latina y el Caribe, la exposición a desastres se ha intensificado considerablemente en las últimas décadas. El aumento en la intensidad y frecuencia de eventos naturales extremos, en gran medida impulsados por el cambio climático, así como por el impacto de la actividad humana en la dinámica ambiental, acentúan las condiciones de vulnerabilidad. Especialmente en sectores de la población socialmente excluidos”, advierte el informe titulado “Enfrentar el riesgo”. 

Los especialistas analizaron los casos de Manizales (Colombia), La Paz (Bolivia), Cuenca (Ecuador), Cubatão (Brasil), Santa Fe (Argentina) y Pilar (Argentina). Si bien las ciudades elegidas varían en términos geográficos, de recursos, tamaño y amenazas, llegaron a la conclusión de que la práctica urbana efectiva para la gestión de riesgos adquiere muchas variables, pero ofrece lecciones comunes para la toma informada de decisiones. 

A continuación, transcribimos el resumen elaborado por CAF de cuatro de los seis casos de estudio “para una América Latina más resiliente”: 

1. Manizales, Colombia

Se destaca por el refinamiento en su aproximación técnica y por la variedad de prácticas de resiliencia que ha implementado desde hace décadas. Manizales ha desarrollado distintas acciones durante todas las etapas de la gestión de riesgos: identificación, reducción, gestión e incluso transferencia de riesgos. 

El estudio analiza la integración de la gestión de riesgos en el Plan de Ordenamiento Territorial a partir de la introducción de un modelo probabilístico de evaluación de riesgos. Este modelo científico está respaldado por la evidencia de datos meteorológicos georreferenciados de 327 eventos anteriores, y ayudó a producir una evaluación más detallada y realista que permitió el desarrollo urbano de áreas adicionales. 

También resalta el modelo de seguro colectivo, único en la región, para proteger a la población más pobre frente a los desastres, y “Guardianas de la Ladera”, un programa llevado a cabo por un grupo de 100 mujeres jefas de hogar que, además de eliminar la basura y las malezas de las obras de infraestructura, ayudan a aumentar la conciencia cívica sobre la gestión de riesgos.

Manizales tiene un plan integral que incluye evaluación, memoria y noción de riesgos. Foto: Planeación Municipal.

2. La Paz, Bolivia

Este caso ejemplifica con mucha claridad el tema de la construcción social de la vulnerabilidad y el riesgo. La Paz ha sufrido catástrofes naturales que han determinado su política de gestión de riesgos. La ciudad ha desarrollado una política urbana para gestionar el riesgo producto de la combinación de amenazas naturales y la producción social de la vulnerabilidad y del riesgo. 

La política urbana está integrada por arreglos institucionales que buscan combinar recursos organizacionales y financieros y por dos programas implementados por el Gobierno Municipal de La Paz, que se enfocan en los aspectos infraestructurales y sociales del problema: la Estrategia Municipal de Gestión Integral del Riesgo, implementado por la Secretaría Municipal de Gestión Integral de Riesgos, y el Programa Barrios y Comunidades de Verdad, a cargo de la Secretaría Municipal de Infraestructura.

Mapa de riesgos de desastres en La Paz, Bolivia.
Un mapa interactivo del gobierno de La Paz exhibe las zonas de riesgo en la ciudad.

3. Cuenca, Ecuador

Este caso presenta una aproximación a la resiliencia urbana caracterizada, en mayor medida que los demás casos, por el componente ambiental. En la historia de Cuenca, desde el asentamiento precolombino hasta la actualidad, la población ha demostrado un abordaje del riesgo de inundación que se basa en la preservación ecológica y en un alto grado de conciencia y respeto por la variabilidad de los ríos. 

Mientras que las estrategias convencionales para manejar los ríos urbanos se han enfocado en controlar los flujos con la construcción de muros de concreto y canalizaciones, Cuenca ha demostrado tener una conciencia social de los riesgos y los beneficios del río. Históricamente y hasta la fecha, los ríos han ofrecido una gran variedad de funciones, actuando como un punto de encuentro para las interacciones sociales. 

La ciudad depende del sistema fluvial no solo para el agua potable, sino también para la generación de energía hidroeléctrica. Asimismo, la gestión de la región montañosa circundante, cuyas corrientes de agua alimentan a los ríos, es fundamental para las estrategias de desarrollo a largo plazo de la ciudad.

Cuenca intenta reducir los riesgos de sus ríos de montaña. Foto: Erick Serrano, 2018. 

4. Pilar, Argentina

El programa Diálogos Hídricos, llevado a cabo por la Subsecretaría de Planificación y Desarrollo Urbano del Municipio de Pilar, es la práctica de gestión de riesgos urbanos “más innovadora” entre los 14 municipios que integran la cuenca del río Luján. 

Esta política aborda la gestión de riesgos en un marco de diálogo y negociación con los representantes de urbanizaciones cerradas, para mitigar los impactos de las inundaciones en la cuenca hidrográfica. Incluye las amenazas ambientales a la región, las características socio-territoriales del municipio de Pilar y el marco institucional y regulatorio para la gestión del riesgo. 

El estudio resalta las diferentes visiones de los actores involucrados y finaliza con una evaluación de esta nueva práctica urbana, que incluye las restricciones legales y económicas, las decisiones políticas y los desafíos futuros.

El programa “Diálogos Hídricos” abarca la gestión de ríos en Pilar. 

Las lecciones del informe frente a los desastres

“Es necesario diseñar estrategias integrales y modelos de intervención que permitan abordar la gestión de riesgos desde múltiples niveles de gobierno, con especial énfasis en el ámbito urbano. Entender en mayor profundidad cuál es el rol de la gestión local e implementar medidas intersectoriales consecuentes, también son elementos fundamentales para lograr ciudades más resilientes”, explica Julián Suárez Migliozzi, entonces vicepresidente de Desarrollo Sostenible de CAF. 

Del informe se desprendieron nueve lecciones. Si bien no están concebidas como guías de adaptación para otras ciudades –remarcan los técnicos–, pueden servir de referencia para la formulación de políticas públicas de gestión de riesgos. Estas son las lecciones de CAF y The New School para las ciudades de América Latina: 

  1. Aprovechar las nuevas tecnologías para la evaluación de riesgos. Contar con estudios científicos puede permitir establecer estándares de seguridad en zonas de riesgo.
  2. Multidimensionalidad de la vulnerabilidad y de las respuestas. El desarrollo urbano y territorial se debe incorporar a la gestión de riesgos. El mapeo de vulnerabilidades puede contribuir a un mayor entendimiento del riesgo y a identificar las áreas que requieren de particular atención.
  3. Fortalecer redes de aprendizaje. Las redes de intercambio de experiencias, buenas y malas, entre ciudades ayudan a tomar decisiones acertadas.
  4. Planificar para la incertidumbre. Una estrategia de gestión del riesgo debe ser capaz de adaptarse, acomodando sus requisitos y sus especificaciones a los diferentes casos, circunstancias y actores. La gestión del riesgo requiere de cooperación y adaptación para asegurar la viabilidad de las estrategias y su sostenibilidad a lo largo del tiempo.
  5. Pensar con originalidad. Dado el contexto cada vez más impredecible, las ciudades están recurriendo a estrategias creativas y poco convencionales para la gestión del riesgo.
  6. Los límites ecológicos no obedecen a jurisdicciones administrativas. Muchas fuentes de riesgo ambiental desbordan los límites administrativos urbanos. Entonces, las estrategias de gestión de riesgo no deben enfocarse exclusivamente en lo que sucede dentro de los límites de la ciudad.
  7. El uso de sistemas de alerta temprana puede salvar vidas y propiedades si son calibrados para responder a distintos tipos de amenazas y si los ciudadanos los conocen bien.
  8. Las infraestructuras deben modernizarse: la inversión en infraestructura no termina al finalizar su construcción, sino que se requiere de un constante control de calidad y mantenimiento. Ignorar el estado de la infraestructura exacerba los riesgos naturales.
  9. Se deben involucrar actores dentro y fuera del gobierno: el riesgo no puede ser manejado por una sola agencia y no debe ser un enfoque basado únicamente en una respuesta sectorial. En cambio, la gestión del riesgo debe estar integrada en todos los componentes de la administración urbana.
Desastres naturales y El Niño. Perú, 2017.
Inundaciones en Perú por el ciclón Yaku, 2017. Foto: CNN. 
Gestión del riesgo de desastres.
Infografía de CONDESAN. 

Notas relacionadas a desastres en +COMUNIDAD:

¿Tenés una historia para contar? En +Comunidad nos gustaría conocerla y publicarla. Contactanos.

Foto principal: Inundaciones en Perú por El Niño, 2017. Fuente: Ojo Público. 
Redacción +COMUNIDAD